Me hace llegar mi hermano peruano este texto recogido de un amigo suyo. Tengo el gusto de transcribirlo en esta ventana:
Todos las criaturas, incluyendo al hombre, poseen ciertas características que las diferencian del resto. Formas distintas de comportamiento, de ataque, de defensa, de expresar alegría, odio, temor, amor. Puede decirse que cada uno tiene su carácter. El cisne no es una excepción, pero tiene algo especial.
Suele vivir en regiones frías y pantanosas además de tener un pésimo sentido del humor, que hace que tenga pocos amigos dentro de su misma especie. Pero cuando forman una pareja es para siempre, y solamente la muerte de uno de los dos rompe ese idilio y esa fidelidad inalterables. Bellos, orgullosos y armónicos, los cisnes son los protagonistas de una de las historias más indescifrables del mundo animal.
Aunque poseen largos y estilizados cuellos, los cisnes no cantan, salvo los integrantes de una de sus especies que emiten en ocasiones un sonido algo gutural y poco agradable. Sin embargo, casi todas las especies de cisnes rompen su mudez de toda la vida en un único momento: cuando están a punto de morir. En ese mismo instante cantan de una manera armoniosa y casi mágica.
El sonido de ese canto puede escucharse hasta a 5 ó 6 kilómetros de distancia en los espacios abiertos y se parece, por momentos, a la música de un corno, típico instrumento de orquesta sinfónica. Luego, cuando la muerte está ya más cercana, aquel sonido cambia misteriosamente y se asemeja mucho al repicar de unas campanas graves.
Aquella música no es sólo un sonido. Es un conjunto de armonías que se parecen de pronto a un lamento plañidero y a un himno lleno de fervor y hasta alegría. El resto de los cisnes saben de qué se trata, y guardan una suerte de respetuoso reconocimiento mientras su compañero está despidiéndose de la vida con ese único canto. Ni siquiera la pareja del moribundo lo acompaña en aquel increíble rito. Aunque está a su lado, también permanece en silencio.
La escena puede durar unos minutos, después de los cuales el cisne morirá y el pantano o el lago seguirán siendo los mismos, con un silencio solamente roto por el chapotear de los animales o de las dulces aguas que chocan contra las orillas. La pareja del cisne muerto se alejará del lugar, separándose de todos los que fueron sus compañeros, y nunca más se sabrá de ella.
Los hombres, mientras tanto, seguiremos preguntándonos, como hace siglos, cuál es el motivo de aquel último y único canto del cisne. ¿Por qué ese intrigante adiós a la vida? ¿Significa algo? ¿A quién se lo cantan? La ciencia, con todos sus avances, no ha podido desentrañar el misterio.
Si reflexionamos con actitud filosófica podríamos descubrir que esta entrega, en ese último instante de vida física corresponda probablemente a un profundo homenaje y despedida de la vida, ya disfrutada y agotada por esta criatura que, conciente o inconcientemente marcha hacia un nuevo ciclo, como todo en la Naturaleza, aunque no sea en este mundo.
Todos las criaturas, incluyendo al hombre, poseen ciertas características que las diferencian del resto. Formas distintas de comportamiento, de ataque, de defensa, de expresar alegría, odio, temor, amor. Puede decirse que cada uno tiene su carácter. El cisne no es una excepción, pero tiene algo especial.
Suele vivir en regiones frías y pantanosas además de tener un pésimo sentido del humor, que hace que tenga pocos amigos dentro de su misma especie. Pero cuando forman una pareja es para siempre, y solamente la muerte de uno de los dos rompe ese idilio y esa fidelidad inalterables. Bellos, orgullosos y armónicos, los cisnes son los protagonistas de una de las historias más indescifrables del mundo animal.
Aunque poseen largos y estilizados cuellos, los cisnes no cantan, salvo los integrantes de una de sus especies que emiten en ocasiones un sonido algo gutural y poco agradable. Sin embargo, casi todas las especies de cisnes rompen su mudez de toda la vida en un único momento: cuando están a punto de morir. En ese mismo instante cantan de una manera armoniosa y casi mágica.
El sonido de ese canto puede escucharse hasta a 5 ó 6 kilómetros de distancia en los espacios abiertos y se parece, por momentos, a la música de un corno, típico instrumento de orquesta sinfónica. Luego, cuando la muerte está ya más cercana, aquel sonido cambia misteriosamente y se asemeja mucho al repicar de unas campanas graves.
Aquella música no es sólo un sonido. Es un conjunto de armonías que se parecen de pronto a un lamento plañidero y a un himno lleno de fervor y hasta alegría. El resto de los cisnes saben de qué se trata, y guardan una suerte de respetuoso reconocimiento mientras su compañero está despidiéndose de la vida con ese único canto. Ni siquiera la pareja del moribundo lo acompaña en aquel increíble rito. Aunque está a su lado, también permanece en silencio.
La escena puede durar unos minutos, después de los cuales el cisne morirá y el pantano o el lago seguirán siendo los mismos, con un silencio solamente roto por el chapotear de los animales o de las dulces aguas que chocan contra las orillas. La pareja del cisne muerto se alejará del lugar, separándose de todos los que fueron sus compañeros, y nunca más se sabrá de ella.
Los hombres, mientras tanto, seguiremos preguntándonos, como hace siglos, cuál es el motivo de aquel último y único canto del cisne. ¿Por qué ese intrigante adiós a la vida? ¿Significa algo? ¿A quién se lo cantan? La ciencia, con todos sus avances, no ha podido desentrañar el misterio.
Si reflexionamos con actitud filosófica podríamos descubrir que esta entrega, en ese último instante de vida física corresponda probablemente a un profundo homenaje y despedida de la vida, ya disfrutada y agotada por esta criatura que, conciente o inconcientemente marcha hacia un nuevo ciclo, como todo en la Naturaleza, aunque no sea en este mundo.
1 comentario:
Mi abuela murió hace casi treinta años en casa de mis padres donde ella vivía, era mayor pero estaba bien, una gripe se complicó y una mañana de repente después de una fuerte tiritona perdió la cabeza retrocediendo años atrás en su vida y a mi la hablaba como si fuera una niña y sus nietos apenas nos reconocía. Esta situación se prolongó tres días y el cuarto cuando dos hermanos mios llegaron a casa les reconoció perfectamente. Yo estaba encantada y mi madre dijo, esto es el canto del cisne, yo no había oido nunca esa expresión, mi abuela murió doce horas después.
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