miércoles, 29 de abril de 2009

CAMBIO DEMOCRÁTICO (y II).

Por lo que se refiere a la EDUCACIÓN, el documento firmado por el PSE y por el PP defiende el objetivo de alcanzar un bilingüismo integrador, de donde se deduce que tal cosa no existe a día de hoy. En cuanto a "bilingüismo integrador", confesaré que no comprendo bien lo que significa, aunque intuyo una cierta dosis de no tocar demasiado la moral a nadie. Osea, algo así como que cada uno pueda hablar lo que considere siempre que no lo haga demasiado alto. El adjetivo "integrador" es lo que viene a querer decir, creo. Yo no necesito que nadie ose integrarme en la tribu de la que quiero huir, me conformo con que se me respeten mis derechos básicos, lo cual sería ya un triunfo. Por tanto, el adjetivo más bien como que depende de que a quien compruebe que ejercitamos nuestros derechos no le siente demasiado mal. Cosa, debe ser, de los malabarismos conceptuales que nos invaden.

Nosotros, que somos como somos y nadamos en el desierto, proponemos la devolución de la competencia al Estado, como elemento más igualitario que tenemos entre manos. Igualtiario, que no uniformador ni cosa que se le parezca. Joseba Egibar decía el otro día en un debate que el frente españolista y cosas de esas pretendíamos disolver la identidad vasca en una avasalladora identidad española. Pues ni una cosa ni la otra. Como están sordos y siguen sin escucharnos, no terminan de comprendernos. Debe ser eso.

Se fomentará, acuerdan, la utilización vehicular de las dos lenguas oficiales, su conocimiento y su uso, de donde deducimos que tendremos que hablar un puñado más de veces, pues difícilmente se puede fomentar el uso de dos lenguas distinas. Pues mira: fomentar, para nada. Garantizar su uso, todo el necesario, pues de esto se trata, de garantizar derechos individuales, no de mirar de reojo que los que no consiguen sus propósitos impositivos queden relativamente relajados.

Por lo demás, parece que bien, pues hablan de derogar artículos relativos a las lenguas que pudieran ser, no sólo inconstitucionales, sino del todo punto liberticidas. Bien lo de impulsar la escuela pública vasca, aunque no concreten cómo, y bien lo de eliminar subvenciones del Gobierno Vasco destinadas a lugares de fuera de Euskadi. Respecto a lo de garantizar la libertad de enseñanza, tiemblo.

Lo que dicen proponerse en el apartado de política lingüística suena bien, pero como damos por supuesto que el Partido Socialista de Euskadi pertenece, aunque sea a regañadientes, al Partido Socialista Español, y comprobamos todos los días en el Congreso de los Diputados lo que comprobamos, digamos que tenemos serias dudas basadas en hechos reales de que vayan a dar los pasos necesarios que la situación requiere. Nos mantendremos, por tanto, ojo avizor, especialmente en este punto.

El apartado referido a SANIDAD es más bien escaso, no obstante reconocen el deterioro sufrido por la sanidad vasca en los últimos años, y se proponen voltearlo. Como no sabemos si lo harán, veremos.

Por lo que se refiere a VIVIENDA, prometen construir más viviendas sociales, especialmente en régimen de alquiler. Nosotros proponemos que todas ellas sean en alquiler, revisables y destinadas a los más desfavorecidos. Prometen, como nosotros, acelerar la obra del TAV a su paso por Euskadi y concretan la construcción de estaciones intermodales y el soterramiento del ferrocarril en las ciudades. No sé si se propondrán soterrar el ferrocarril de las ciudades que no disfruten de ferrocarriles, ni si lo harán en las ciudades donde se dispone de metro, como Bilbao, lugar donde ejecutarán tan pronto como puedan la línea 3. La bahía de Pasaia se regenerará, o sea, apuestan por lo que se ve por la construción del puerto exterior de Pasajes, se supone.

A EITB dedican distintas perlas, me parece a mí, pues vienen a decir que no ha impulsado hasta hoy valores cívicos y de convivencia, que no ha reconocido la pluralidad de la sociedad, que no ha respetado la igualdad ciudadana y que no ha asegurado la objetividad ni la veracidad ni la imparcialidad de las informaciones. Cosa que lo saben hasta quienes, hartos de tanto caradura, decidieron desintonizarla. O especialmente ellos, pues nada ha cambiado desde hace demasiados años. Además, prometen impedir que se dé cobertura o facilitar espacio "a los terroristas, a organizaciones ilegalizadas o a quienes las representan". Vamos, un bálsamo después de tanto comportamiento vergonzoso. Por si fuera poco, dejaremos de ver el ya famoso mapa del tiempo nacionalista, con nuestros conciudadanos navarros y vascofranceses apilados junto a guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses en un mismo territorio milenario.

Los socialistas vascos, para terminar, prometen mantener una relación preferente con los populares y éstos, a no apoyar ni presentar ninguna moción de censura. Deciden no formar gobierno, eso sí, por si acaso.

viernes, 24 de abril de 2009

FORO NUEVA ECONOMÍA (Bilbao)

Amigas, amigos, buenos días:

La persona que les voy a presentar pertenece a esa subrama de la rama de los intelectuales que recoge a los pocos intelectuales que deciden comprometerse en la gestión directa de los asuntos públicos, que deciden, afortunadamente para el conjunto de los ciudadanos, dar el paso de meterse en política, asumiendo de este modo directo la labor de ciudadano que a todos nos corresponde ejercer.

Este compromiso público lo viene ejerciendo este socialdemócrata convencido desde hace años, a través de inumerables escritos que han venido recogiendo temática jurídica, histórica, narrativa y de ensayo.

En los últimos tiempos, este catedrático de Derecho Administrativo, ha venido concretando este compromiso político en la denuncia expresa, explicada y argumentada de la política territorial llevada a cabo en los últimos tiempos en España y la fragmetación del Estado provocada por ella.

Este licenciado y doctor en Derecho, ha venido clamando contra un proceso que fomenta la división del territorio nacional, la multiplicación artificial de las diferencias y el enfrentamiento entre las distintas autonomías españolas; contra un proceso que imposibilita la consecución de un Estado realmente común e igualitario, unido en su diversidad y solidario entre las partes que lo integran.

Es para mí un honor y un privilegio, no sólo presentarles a ustedes hoy aquí al profesor Francisco Sosa Wagner, sino también pertenecer y representar a un partido político como UNIÓN PROGRESO y DEMOCRACIA que sitúa como cabeza de lista a unas elecciones europeas a un intelectual, a un pensador y a un analista crítico del tiempo que vivimos.

Con todos ustedes, FRANCISCO SOSA WAGNER.

martes, 21 de abril de 2009

CHARLA EN VALLADOLID (FOCUS): CIUDADANÍA Y EUROPA.

Comenzaré diciendo que me sorprende que sea yo mismo quien sea el encargado de clausurar esta jornada que ha tratado, básicamente, de reflexionar sobre ese proyecto entre quimérico y dificultosamente realizable, como es Europa, ese lugar común al que pertenecemos por diferentes vías pero que ninguno terminamos de encajar del todo. Supongo que será el clásico problema que surge cuando se trata de construir un proyecto común entre distintos que, sin embargo, consideran como propio el corolario de ese proyecto común al que aspiramos. Y continuaré diciendo que es un honor para mí tomar parte en esta jornada, junto a personas con una experiencia y unos conocimientos sobre ésta y casi todas las materias que imaginemos mucho más amplias que las mías propias. Así que ya os adelanto que mi objetivo es reflexionar informalmente sobre la materia sobre la que me centraré, que no será otra que la Ciudadanía frente a la Identidad como malversación política y el comunitarismo o el nacionalismo que la hace posible, algo que, por cierto, en el lugar donde habito, es el pan nuestro de cada día.
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He estado observando y reflexionando en los últimos tiempos acerca de un problema que existe en Euskadi desde que tengo memoria: la obsesión enfermiza de sus ciudadanos por ser más vascos que los demás… o al menos tanto como cualquier otro y, sobre todo, no menos que cualquiera. Y no es algo que únicamente les ocurra a los nacionalistas sino que se trata de un virus extendido por el conjunto de la sociedad. Efectivamente, alguno se libra o nos libramos, pero se trata de ya casi una seña de identidad de nuestra sociedad vasca.
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Incluso entre nosotros mismos afiliados, simpatizantes o votantes upeydianos vascos es habitual reclamarnos muy vascos, vascos como el que más o vascos por los cuatro costados, y así han comenzado algunos de los discursos que los candidatos vascos han venido dando durante la pasada campaña electoral. Se trataría posiblemente de un intento de responder a los ataques recibidos por nuestra escasa vasquidad, respondiendo en ese tono entre acomplejado y pelín orgulloso. Como si este hecho fuera ya un bien en sí mismo o como si de este modo pasáramos a formar parte automáticamente de los elegidos o de una casta o tribu o rebaño especial. Y decimos sentirnos orgullosos de ser vascos o españoles, como si fuera un mérito personal logrado tras largas y arduas horas de trabajo, como si fuera un hecho que dependiera de nosotros y no lo que realmente es: un hecho aleatorio, algo producto de la más pura casualidad. Orgullosos debemos sentirnos de nuestros logros personales, nuestra formación académica o nuestro curriculum de vida.

Yo mismo he venido analizando mi vasquidad, a través no sólo del análisis de mis comportamientos para saber si se asemejaban al patrón nacionalista que creíamos o creímos patrón puramente vasco, sino incluso a través de mi nombre y sobre todo mis apellidos, que hablan de una inmediata ascendencia vasco-gallega. Soy Gorka, nombre vasco, MANEIRO-LABAYEN-RODRÍGUEZ-DEL CAMPO-SEGADE-GOÑI-PÉREZ-ARTOLA, apellidos algunos vascos, creo, y otros supuestamente gallegos. Ascendí en mi árbol genealógico hasta donde pude y según ascendía observaba básicamente nada que mereciera la pena. O quizás todo aquello que realmente merece la pena: que tenemos un ascendente común, Luzy, ese australopitecus etíope de apenas 3 millones de años cuyos restos fueron encontrados casualmente el año que nací, 1974. Así que concluí algo que enerva a todos los nacionalistas: todos los seres humanos somos básicamente iguales. Distintos o muy distintos, pero básicamente iguales.
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Es muy triste comprobar en el día a día en Euskadi que el debate suele consistir en responder a la siguiente pregunta: ¿quién representa mejor a lo vasco, es decir, a lo puramente vasco, es decir, a lo nacionalista vasco? En lugar de en responder a esta otra pregunta: ¿quién representa mejor los intereses de los vascos? Y muy triste también reclamar el voto de nadie, como hemos comprobado en la última campaña electoral, apelando a la vasquidad de los elegibles en lugar de a las ideas que se defienden como si fuéramos una especie de tribu en peligro de extinción.
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Yo mismo he sufrido una persecución de este estilo, y a cargo de un partido que os puede sorprender: el cabeza de lista del PP por Álava, Iñaki Oyarzabal, vino asegurando durante toda la campaña que un servidor, donostiarra y cabeza de lista por su misma provincia, no sería capaz de defender ni las instituciones alavesas ni la personalidad particular o identidad alavesa. Este hombre vino a defender que no estoy preparado para defender la identidad alavesa, las instituciones alaveses… porque no soy alavés, de lo que deducimos sus ideas políticas y forma de pensar: por un lado, que los diputados provinciales son elegidos para defender su correspondiente territorio histórico frente o contra los demás territorios históricos vascos, en lo que venía a ser una especie de importación (o adquisición intracomunitaria) del modelo español, donde las diferentes autonomías se pegan con las demás por lograr privilegios y diferenciarse tanto como puedan; y, por otro lado, que el lugar de nacimiento predispone unas determinadas ideas políticas. Es decir, el caballero pensó que un servidor, al ser donostiarra, no sería capaz de defender la identidad alavesa tanto como él, alavés de cuna.
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Y a esto se le respondió:
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- primero, que no era mi intención como candidato de UPyD defender el territorio alavés frente o contra los demás territorios sino defender aquello que pensamos es mejor para el conjunto de los ciudadanos vascos, a quienes los parlamentarios, por cierto, representamos. No tenía intención ninguna ni de defender al territorio alavés contra o frente los demás territorios vascos ni mucho menos la identidad alavesa, la cual por cierto desconozco cuál dice este caballero que es. Desde luego, si la identidad alavesa es el frío que vengo padeciendo en los últimos meses, me posicionaré en contra de defender tamaña identidad.
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- y segundo, que cualquier otro candidato de nuestro partido, por alavés que fuera, defendería lo que yo, esto es, las ideas de este nuestro partido.
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Esta obsesión por situar una identidad pura como centro político se da en todos los lugares donde los nacionalismos nos atosigan: sin ir más lejos, a lo largo de esta semana, ERC de Tarragona ha premiado a nuestra líder Rosa Díez con el premio Guillotina, por distinguirse durante todo este año pasado por tratar de acabar con la “personalidad” catalana. Y nuestro partido, según me dijo Rosa anteayer, ha respondido de la mejor manera posible: se les dijo: “Nosotros somos los jacobinos y nosotros decidimos a quién o quiénes guillotinamos”.
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Ya en su día, el señor Arzalluz, además de su habitual y muy intelectual distinción entre “ellos y nosotros” (ese eslogan ahistórico de los nacionalistas), dijo aquello de “no nos dejan ser lo que somos”, como si fuera posible ser voluntariamente algo distito a lo que cada uno es.
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Nos encontramos, por tanto, ante el eterno debate de la identidad.
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Frente a este debate, frente a esta lucha encarnizada entre ciudadanos que pertenecen a un mismo Estado, lo que debemos decir públicamente es que lo realmente importante es que políticamente soy y somos ciudadanos de un país llamado España, con cuyos restantes ciudadanos comparto la ciudadanía, ese conjunto de derechos y obligaciones que nos hacen iguales. Porque esta ciudadanía es lo que nos garantiza que seremos igualmente tratados.
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Por tanto, y lo dejo claro, yo no pertenezco a ningún pueblo, ni al milenario vasco al que habitualmente se refiere nuestro lehendakari en funciones Juan José Ibarretxe, ni tampoco al español, por mucho que sea nombrado en el primer artículo de la Constitución Española. Por lo tanto, no pertenezco a ningún pueblo, ni milenario ni recién constituido, y lo que soy son básicamente mis ideas y mis obras. Y será por estas ideas por las que reclamaré el voto cada vez que me presente a unas elecciones, nunca apelaré a mi lugar de nacimiento o residencia.
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Según Fernando Savater, la unión de esa comunidad que denominamos (que siniestramente otros denominan) “pueblo” se basa en una esencia o naturaleza; los ciudadanos, en cambio, permanecen unidos - ¿frente al pueblo? – por sus derechos.
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No hay, por tanto, ninguna identidad que nos iguales,
Ningún mismo rol que compartamos como pueblo,
Ninguna función a desarrollar obligatoriamente,
Ninguna tradición que perpetuar necesariamente,
Ningún idioma que nos haga ser más o menos vascos o más o menos españoles… y ningún grupo étnico, cultura o folclórico que nos diferencie políticamente del resto.
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Así que, frente a la naturalidad que subordina al hombre, reivindico la creación consciente y artificial de un entorno para vivir. Frente al empeño de los reaccionarios, a contramano de la historia, de que tengamos una única, inequívoca y constante identidad, reivindico la ciudadanía que propicia la confusión, la impureza y el mestizaje.
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Y de la misma forma que no podemos ser únicamente ciudadanos del mundo, tampoco es pensable “una ciudadanía de aquí” que pueda quedar reducida a los límites de mi tribu, una especie de "ciudadanía de mi barrio". Cada uno de nosotros somos ya un mosaico de referencias culturales y nuestros intereses se juegan en cualquier parte del mundo. Por tanto, la ciudadanía tiene una virtud universalizante.
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Necesitamos un poder público al servicio de los ciudadanos individualmente considerados y en su condición de tales, y no tanto en función de su identidad nacional, étnica, de clase o religiosa.
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Es el eterno debate de toda política: o la celebración de la comunidad, por el mero hecho de serlo, o proyecto de civilización y exaltación de la ley que nos hace libres e iguales, que nos permite autodeterminarnos individualmente.
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Del mismo modo que el laicismo del siglo XIX promovió la separación de la Iglesia del Estado, sin negar por ello el derecho individual a vivir la propia fe, la libertad personal exige de nuevo separar el poder político de todo casticismo étnico, sin perjuicio de que cada uno pueda vivir su propia pertenencia cultural libremente.
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Entiendo que se trata de ser hombres y mujeres libres en el sentido nietzscheniano del término: el hombre libre es aquel que piensa de otro modo de lo que podría esperarse en razón de su origen, de su medio, de su estado y de su función y de las opiniones reinantes en su tiempo.
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Si la separación del Estado y de las iglesias fue el gran debate del siglo XIX, el siglo XXI nos debe llevar a la separación de los poderes públicos de las identidades absolutas proclives a la exclusión, para que la ciudadanía se convierta en el ámbito natural de la política bajo el pacto de la amistad civil, donde quepan todas las identidades abiertas, relacionales y simbólicas. Es decir, donde quepan todas pero ninguna sea obligatoria. Como el laicismo respecto a las religiones: se trata de permitir que cada cual se acerque a la que considere pero ninguna sea promovida, obligatoria o subvencionada de manera privilegiada por el Estado.
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Se trata de hacernos cada uno de nosotros menos “de los nuestros” para ser cada vez más “nosotros”. Es decir, lo contrario de lo que pretenden todos los nacionalismos.
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El nacionalismo no es sino la versión actual del “No reinaré sobre herejes” de Carlos V, que traducido al día de hoy sería: No compartiré ciudadanía con los que no comportan identidad colectiva conmigo, es decir, con los que no sean étnica, religiosa y culturalmente como yo.
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La laicidad no es tampoco la negación de los derechos de las comunidades étnicas o culturales sino sólo su separación del discurso justificativo del poder político.
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Ese comunalismo neurótico es aplastante para el individuo, para el yo, haciendo desaparecer cualquier originalidad personal, y anulando incluso la idea misma de derechos individuales como hacía, por ejemplo, la propaganda nazi: “Tú no eres nada, Alemania lo es todo”. "Tú no eres nada, Euskal Herría lo es todo".
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Como Aranzadi, pienso que el subsuelo de todas las idolatrías nacionales es igualmente de barro, todas las identidades nacionales son alucinaciones colectivas, mejor o peor conseguidas, más o menos arraigadas o compartidas, y sólo en esa medida más o menos ilusorias o reales.
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Creo que ésta es una de las principales labores que este partido debe desarrollar: defender la ciudadanía común frente a la regionalitis que padece el conjunto del país, frente a las patrias, las tribus, los pueblos milenarios a perdurar homogéneamente en el tiempo, las identidades puras que los más brutos del lugar defienden como si, además, fuera éste un proyecto progresista. En definitiva, frente a ese deseo irrefrenable de distinguirse voluntaria y artificialmente del resto, al objeto de conseguir ventajas políticas y privilegios.
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Frente a los nacionalismos que padecemos, y los hay de dos tipos, los disgregadores subestatales que pretenden la independencia, y el avasallador que homogénea el Estado y fomenta una supuesta identidad común, invariable, perpétua e indiscutible, nosotros debemos reclamar que lo que nos pertence a todos, podemos gestionarlo y decidirlo perfectamente entre todos, buscando siempre el bien común y fomentando la solidaridad ciudadana.
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El nacionalismo ha recibido diferentes definiciones a lo largo de la historia. Recuerdo la definición de Albert Camus, que dijo querer demasiado a su país como para ser nacionalista, quizás observó que el nacionalismo empobrece cultural y económicamente a los países, y por ello a sus propios ciudadanos, soterrándolos y cerrándolos a las tan necesarias influencias externas. Tenemos la de Fernando Savater, que lo comparó con el peor de los neoliberalismos insolidarios, queriendo destacar seguramente lo poco solidarios que suelen ser los nacionalismos y lo que entiendo puede entenderse como su máxima: “lo mío es mío y lo tuyo es de los dos”. El nacionalismo es una de las tres pestes que el escritor Kapuzinsky solía nombrar, junto con el racismo y el fundamentalismo religioso.
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Se trata, en definitiva, de una ideología profundamente reaccionaria, que antepone la patria a los individuos y que divide a las sociedades. Se trata de un movimiento de profundas raíces antidemocráticas y antimodernas, que rechaza una de las más grandes conquistas de la lilbertad, como es la creación del individuo soberano, convirtiendo al individuo en una mera expresión de un colectivo. De este modo, el nacionalismo convierte la pertenencia a la nación en un valor supremo de la vida política. Como habitualmente suele decir mi amigo Mario, ellos son hombres-nación y nosotros únicamente hombres.
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Así, terminan identificando su particular proyecto con el del conjunto de la nación y dejan fuera de la comunidad política a quienes no lo comparten: de ahí que las descalificaciones nacionalistas consistan siempre en el “nosotros frente a ellos”, en el “los de aquí frente a los de fuera”, en “lo vasco frente a lo que supuestamente es menos vasco, o menos alavés, o menos español”.
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Finalmente, como bien sabemos, terminan definiendo al rival político, es decir, al que piensa de modo distinto o bien no se adapta al patrón identitario, como un sucursalista, un invasor o un extranjero, cuando no en un alienígena enemigo de la galaxia vasca, como recientemente hemos escuchado en la campaña electoral vasca, galaxia vasca de la que ellos son dueños naturales e indiscutibles.
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A diferencia de algunos de nuestros ideólogos, que nos piden dejar de tratar de reconvertir a los nacionalistas, yo sí pretendo (quizás ingenuamente) convencer a mis amigos y no tan amigos defensores de los nacionalismos para que abran la mente y dejen de serlo y así, les sigo argumentando:
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Una vez logrado ese objetivo al que tanto aspiráis y que consiste en lograr la independencia de Euskadi, esto es, la constitución de un estado vasco en Europa, nos encontraríamos ante dos opciones:
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Primera, se iniciaría un proceso inverso al de la independencia alcanzada: es decir, un proceso de apertura, de convergencia con España y con Europa liderado por las mentes más preclaras de esa sociedad, de modo que las fronteras levantadas acabarían derrumbándose. Así, volveríamos a una situación semejante a la actual, con una Euskadi unida al resto de España y al conjunto de Europa, es decir, una situación como la actual de globalización internacional y de dependencias mutuas, de soberanías compartidas, donde pertenecer a una región aislada es sinónimo de retroceso cultura económico. Así que se trataría de desandar el camino andado o, mejor dicho, consistiría en andar el camino desandado. Al final de este proceso cuyo final feliz podríamos vislumbrar, se llegaría tras un conflicto político de consecuencias terribles, con una sociedad posiblemente fracturada y miles de exiliados por el camino.
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La segunda opción es más propia de los nacionalismos más obtusos: se cerrarían las fronteras y se prohibiría todo aquello que pudiera contaminar lo propiamente vasco, o sea, lo propiamente nacionalista vasco, todo aquello, en definitiva, que pudiera desdibujar la correcta identidad pura vasca.
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Para iniciar este proceso soberanista, los partidos abertzales, entre los que incluyo a la rama vasca de Izquierda Unida, esto es, Ezker Batua, reclaman ejercitar el que ellos denominan derecho a la autodeterminación, aunque ya sabemos que no es éste un derecho como tal, salvo para las aplicaciones que en su momento salvaguardaron las Naciones Unidas: básicamente, para llevar adelante el proceso de descolonización iniciado en el siglo XIX.
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Hace tres días mantuve una conversación al respecto con los parlamentarios vascos de estos partidos. Y coincidimos en lo siguiente: Ezker Batua defiende un derecho a la autodeterminación para todas las sociedades o comunidades, independientemente de sus derechos históricos o historia previa. Mientras tanto, el parlamentario de EA y su asesor presente, defendían el derecho a la autodeterminación de los pueblos, es decir, que este partido y los nacionalistas clásicos no permitirían el ejercicio de este derecho a la provincia de Álava, por ejemplo, para independizarse de una Euskadi independiente, por no ser Álava pueblo. Ezker Batua sí permitiría su ejercicio. Yo les rebatí diciendo que no es éste un derecho natural defendido en ninguna parte del mundo, salvo en aquellas constituciones de determinados estados que voluntariamente, porque les conviene, lo recojan. Defender este derecho o reconocerlo por un Estado es tanto como reconocer el derecho a la rebeldía. Lo que no pregunté al parlamentario de EB es si permitirían el ejercicio de este derecho a una serie de ciudadanos libremente puestos de acuerdo, por ejemplo, los más ricos del lugar.
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En definitiva, ¿alguien se cree que viviríamos mejor en una Euskadi cerrada a las influencias externas y encerrada en su propio ombliguismo? ¿Alguien puede creerse que Euskadi saldría, por ejemplo, mejor de la actual crisis si fuera un estado independiente? ¿No es mejor unir que separar? ¿No es mejor derribar fronteras que levantarlas?
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Nosotros preferimos, frente a esta asunción general por parte de la mayoría de los partidos de las ideas nacionalistas, frente a esta obsesión enfermiza por diferenciar cuanto se pueda cada territorio del resto y fomentar las diferencias y los privilegios, frente a la desaparición en España de los partidos progresistas que defiendan un proyecto igualitario y común…
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… nosotros preferimos un estado común e igualitario, unido en su pluralidad y solidario, porque sólo un país unido puede garantizar la igualdad de todos sus ciudadanos.
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Y una Euskadi unida, y formada no por nacionalistas y no nacionalistas que caminen paralelamente, sino por ciudadanos distintos o incluso divergentes, cada cual con su bandera preferida o sin bandera, cada cual con sus creencias religiosas o sin ellas, cada cual utilizando el idioma que prefiera. En definitiva, todos iguales ante las mismas leyes.
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Así que, para terminar, esto lo que propongo que defendamos en este proyecto común que se llama UPyD:
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Frente al nacionalismo que antepone las patrias a los individuos, CIUDADANÍA.
Frente a la TRIBU y a la IDENTIDAD, SOBERANÍA del INDIVIDUO.
Frente al SEPARATISMO, UNIÓN.
Frente a los PRIVILEGIOS, IGUALDAD.
Frente a los DERECHOS HISTÓRICOS, DEMOCRACIA.
Frente a la VIDA CONTEMPLATIVA, ACCIÓN POLÍTICA y COMPROMISO PÚBLICO.

viernes, 17 de abril de 2009

INVESTIDURA.

Apoyaré la investidura del candidato socialista Patxi López por dos motivos:

Primero, porque la amenaza terrorista al Gobierno Vasco como tal, por ser constitucionalista, exige este ejercicio de apoyo expreso a la propia democracia y, segundo, porque incluso sin conocer su discurso el día de la investidura, entiendo representa una posibilidad de cambio político después de 30 años de nacionalismo.

Añado además que este apoyo no prejuzga nuestra labor durante la legislatura, la cual será muy exigente con su gobierno, como corresponde a un partido político independiente como el nuestro.

martes, 14 de abril de 2009

CAMBIO DEMOCRÁTICO (I).

De la lectura de las bases "para el cambio democrático al servicio de la ciudadanía vasca", documento pactado por los socialistas y los populares vascos para convertir a Patxi López en próximo lehendakari, concluyo mentalmente lo mismo que concluyó mi compañero Javier y que resumió de modo gráfico: es resumen de la situación de enanismo en la que nos hemos desenvuelto desde que nació la democracia española. Si todo esto que este documento sutilmente deja caer como proyecto inmediato no se aplicaba ya, mal andábamos. Porque este escrito que tengo delante se ha redactado hace tres semanas, no en 1978, que yo sepa.

Del título me llamó la atención básicamente lo mismo que a Joseba Egibar, tal como explicó en el programa de la ETB2 Políticamente Incorrecto al que la semana pasada tuve el gusto de asistir. Sólo que en sentido contrario. El dirigente jeltzale rechaza que este supuesto cambio sea democrático, por aquello de la aplicación de la actual Ley de Partidos y bla, bla, bla. Un servidor se extraña que dos partidos políticos tengan que insistir, desde la propia cabecera del acuerdo, que el mismo es... democrático. Parece como si, acomplejados, no se lo terminaran de creer. Ver para creer.

El preámbulo es un sopapo al Gobierno que afortunadamente dejamos atrás: reivindica un "gobierno estable y seguro, responsable y con altura de miras", frente a lo que teníamos: "políticas de confrontación, de división y enfrentamiento, que tensionan a la sociedad, separan a las fuerzas democráticas y generan inseguridad, inestabilidad e incertidumbre". Lo que se trata de superar lo conocemos bien y estamos de acuerdo. La duda viene en lo que nos viene por delante: algunos dudamos de que el próximo gobierno sea estable y seguro y, sobre todo, de que el actual pacto para la investidura se haya firmado con suficiente (y sincera) altura de miras. Más que nada porque pensamos que, ya puestos, podrían haber acordado un gobierno... más estable y seguro, más sólido y más duradero en el tiempo. Seamos claros: la pretensión socialista de querer gobernar con 25 escaños nos deja la mosca más detrás de la oreja que nunca. En fin, esperemos y veamos.

En el punto primero observo un pormenorizado e impecable listado de principios fundamentales para defender la libertad y luchar contra el terrorismo. Falta la pretensión de disolver los ayuntamientos gobernados por ANV, cosa que no harán, porque el socialismo vasco rechaza. Por lo demás, lo veo bien: si se hubieran aplicado todas y cada una de estas premisas desde hace 30 años, ahora seríamos tan libres como el viento, pero supongo que esta sociedad necesita más tiempo que las demás. Efectivamente, no se nombra la paz ni la normalización política, como Aintzane Ecenarro, de Aralar, sigue objetando. Le recordaremos a Aintzane lo que repetimos siempre y Arcadi Espada definió casi monosílabamente: Paz es Ley. Y punto.

En el apartado segundo contradicen el discurso inaugural de la presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga: ni rastro de eliminar cuantos privilegios corrompen al propio sistema democrático. El Cupo está bien "porque es muy español" nos anunció Antonio Basagoiti... a lo que yo le respondo con frase socrática: "La opinión de otros, cuando proviene de tradiciones acatadas irreflexivamente, carece de valor". O a lo mejor con un dicho sin traducción fuera de nuestra lengua común: "Dadme dinero y no consejos", refrán también y efectivamente muy español. Pues eso. Por lo demás, observo cierta pereza, y en parte no me extraña, para disolver de la manera más coordinada posible la maraña de empresas públicas y semipúblicas que literalmente nos chupan la sangre, al objeto de que un Cupo bien calculado no sólo no nos reste bienestar, sino que incluso nos lo incremente.

En lo que se refiere al desarrollo de nuestro autogobierno, no existe demasiada concreción: osea, se mantiene fiel al resto del ... relato. Quizás pueda chocarnos aquello de la "normalización y desarrollo de relaciones políticas institucionales (...) con las restantes Comunidades Autónomas, en especial con aquellas con las que tenemos intereses comunes". No se concreta y lo sospechamos, pero seamos generosos: han querido decir que tenemos intereses comunes, en este mundo globalizado, con todas las autonomías españolas, especialmente con las que compartimos fronteras.

(...)

sábado, 4 de abril de 2009

EN BLANCO.

En primer lugar, quiero felicitar muy sinceramente a Arantza Quiroga, nueva presidenta del Parlamento Vasco, así como a los restantes miembros de la Mesa ayer constituida. En el caso concreto de la presidencia, creo simbólicamente muy estimulante el hecho de que un representante político constitucionalista y, concretamente, un miembro del Partido Popular, sea quien ocupe tan alto cargo. Es lo que ocurre cuando se vive en un lugar adonde la democracia plena no ha arribado: el simple hecho de que un miembro de un determinado partido democrático ocupe un cargo tan observado se convierte en noticia de alcance. Por tanto, insisto: considero sano y muy necesario que los miembros más amenazados de nuestra sociedad y aquellos que más han sufrido la persecución terrorista (y no sólo la terrorista, desde luego) vayan ocupando este tipo de cargos, algo, por cierto, que la mayoría de la sociedad vasca asume sin mayores problemas, contra los pronósticos más incendiarios y belicosos de los nacionalismos y sus acusaciones de sucursalismo que los más sectarios de entre ellos suelen lanzar(nos). La primera consecuencia es más que evidente: hoy, sábado, en Euskadi hay menos nacionalistas que ayer, esto es, menos personas que claman contra la llegada del enemigo, hay más escépticos a la ortodoxia del nacionalismos y menos aún los habrá en el futuro... si hacemos las cosas bien.

Sin embargo, más allá de esta simbología del cambio, de esta modificación estética, de este cambio de caras, entiendo que para poder votar a favor de unas determinadas personas... debemos conocer sus intenciones futuras. La elección de los miembros de la Mesa no puede circunscribirse, como se ha hecho, a un cambio de caras consecuencia directa de un acuerdo entre los socialistas y los populares. La labor a realizar por la Mesa, y especialmente por la presidenta de la misma, tiene entidad propia suficiente como para que sea tenida en cuenta, además de explicada y argumentada. Arantza Quiroga deberá dirigir y mantener el orden de los debates, cumplir y hacer cumplir el actual Reglamento e interpretarlo en caso de dudas. Históricamente se ha demostrado que no es lo mismo tener a un presidente que a otro. Para empezar, Quiroga ya ha prometido intentar hacerlo tan bien como su predecesora, la jeltzale Izaskun Bilbao, a la que reivindicó como ejemplo, por lo que, si había dudas, quedan solventadas: no existe intención ninguna de mejorar su trabajo anterior ni de cambiar nada a fondo, así que el cambio se limita... a un cambio de caras. Insisto en que la elección de este cargo tiene un valor en sí mismo y debía haberse separado del pacto entre populares o socialistas o, al menos, prestigiarlo de otro modo, darle un valor propio, insistir en las cualidades de Quiroga. O, al menos, contestar a una serie de preguntas: ¿Qué tipo de labor tiene intención de realizar Arantza Quiroga al frente de la Mesa? ¿Qué principios seguirá que mejoren su funcionamiento interno, que mejoren la democracia parlamentaria, que habiliten y fomenten la crítica deliberativa de la oposición? ¿Impulsará la modificación del actual Reglamento, al que su partido se opuso hace cuatro meses? No lo sabemos. Nada de esto nos han explicado. Quizás podían haberlo hecho vía señales de humo, pero entendemos que una reunión era lo más apropiado. Pero esta reunión no ha existido.

La política debe basarse en el diálogo y éste en la confianza entre los distintos partidos políticos. Si no quieren explicarnos su propuesta, será que no quieren nuestro voto. No pueden exigirnos que ejercitemos un acto de fe o nos imaginemos los proyectos de cada cual. Para esto, nos habríamos quedado en nuestra casa y habríamos creado un club de montaña o una banda de música, no un partido político con sólidos principios fundacionales (a los que nunca renunciaremos). Podría haber bastado una llamada o una reunión para que nuestro voto fuera sido el que, según dicen ahora, esperaban. Pero un partido político, aunque pequeño como el nuestro, debe ser serio y guiarse únicamente por lo que escucha o ve, no por lo que imagina.

La Mesa tiene como una de las labores principales la de impulsar, si así lo considera necesario, una modificación reglamentaria. Y éste es uno de nuestros deseos: profundizar y ensanchar estos aspectos internos de la democracia, y no únicamente para que podamos abordar la obligatoriedad de los parlamentarios de jurar la Constitución como medida más simbólica y mediática, sino también para hacer un Reglamento más claro y objetivo, al objeto de salvaguardarlo de las arbitrariedades del presidente de turno y, sobre todo, un Reglamento que facilite un mejor control del Ejecutivo por parte del Legislativo, simplificando la maraña reglamentaria que pospone, retrasa y dificulta este control. O sea, cambios o reformas coherentes con el deseo de cambio que ambos partidos dicen abrazar (aunque ayer los aplausos mutuos no fueran demasiados)... pero nada nos han dicho ni explicado acerca de todo esto. No obstante, esta votación ha finalizado y no les guardo rencor: el futuro podrá ser distinto.

jueves, 2 de abril de 2009

LA SESIÓN CONSTITUTIVA.

Mañana viernes elegimos la Mesa del Parlamento Vasco, compuesta por un presidente, dos vicepresidentes y dos secretarios. La labor a realizar por la Mesa y por cada uno de sus miembros es de extraordinaria importancia, y especialmente la labor que deberá realizar el presidente. Así se ha demostrado históricamente.



De entre las funciones de la Mesa, destacan las de organizar el trabajo parlamentario, elaborar el proyecto de presupuesto de la Cámara, ordenar sus gastos, decidir la tramitación de todos los escritos y documentos de índole parlamentaria, organizar las comisiones y fijar el número de miembros de estas comisiones. Por su parte, y concretando para el caso que nos ocupa, Arantza Quiroga deberá dirigir y mantener el orden de los debates, cumplir y hacer cumplir el actual Reglamento e interpretarlo en caso de duda. Funciones, como podemos comprobar, suficientemente importantes como para que podamos aceptar, el conjunto de los ciudadanos, que esta Mesa sea constituida sin ningún tipo de análisis serio y técnico y como para admitir que el único debate habido acerca de la presidenta haya sido saber si maneja o no maneja el euskera.



La elección de la Mesa tiene un valor en sí mismo y debe separarse, creo yo, del pacto alcanzado por socialistas y populares. ¿Qué tipo de labor tiene intención de realizar la Mesa del Parlamento? ¿Qué principios seguirá Arantza Quiroga que mejoren su habitual funcionamiento? ¿Impulsará la Mesa la renovación del actual Reglamento? Nada de esto nos han explicado. No se han puesto en contacto con nosotros para explicárnoslo. Y mañana votamos.



Es la labor que tiene la Mesa de impulsar, si lo quisiera, la modificación del presente Reglamento (de apenas cuatro meses de vida) lo que hace que consideremos más que un acto rutinario la elección de la Mesa y de su presidenta. Porque nuestro deseo es modificarlo, para profundizar en la democracia de la vida parlamentaria. Se trata de hacerlo más claro y objetivo, al objeto de ponerlo a salvo de las arbitrariedades del presidente de turno. De hacer que facilite un mejor control del Ejecutivo por parte del Legislativo, disolviendo y simplificando la maraña reglamentaria que pospone, retrasa y dificulta este control. Y de abordar definitivamente la obligatoriedad por parte de los parlamentarios de jurar la Constitución Española, o al menos estudiar abiertamente esta posibilidad. En definitiva, cambios o reformas coherentes con el deseo de cambio que ambos partidos dicen haber abrazado... pero nada nos han dicho acerca de todo esto. Sin embargo, aún estamos a tiempo.