El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define laicismo como aquella "doctrina que defiende la independencia del hombre y especialmente del Estado de toda influencia eclesiástica o religiosa”. Es decir, que el hombre organizará su vida en común independientemente del abanico de ofertas religiosas imperantes en su tiempo, no pudiendo éstas obligarle de antemano a nada, encontrándose por tanto limitadas al ámbito privado de cada ciudadano. El laicismo preconiza la separación del ámbito de las creencias religiosas de cada cual respecto del ámbito político que nos concierne a todos. No es una corriente antirreligiosa sino que respeta profundamente las convicciones religiosas de cada uno.
En el manifiesto resumen de fundación, UPyD se define como “partido laico que respeta profundamente las creencias religiosas”. Y añade una petición: “que las leyes sean independientes de las religiones, y éstas tratadas por igual si respetan los derechos humanos y la Constitución”. En palabras de Fernando Savater, “vivir en una sociedad laica implica que a nadie se le puede imponer una religión ni a nadie se le puede imponer ninguna. O sea, que la religión es un derecho de cada cual, pero nunca un deber de nadie y menos de la colectividad”. UPyD propone la modificación del artículo 16.3 de la Constitución Española donde se señala que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones” por un nuevo artículo que recoja lo siguiente: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. …”. De hecho, ya en el extenso manifiesto fundacional se afirmaba que “Un Estado democrático tiene que ser laico, es decir, neutral ante todas las creencias religiosas respetuosas con los Derechos Humanos y con nuestro sistema jurídico, y también ante la creencia de los que no creen en religión alguna. El laicismo no es una postura antirreligiosa ni irreligiosa (hay laicistas muy creyentes) sino opuesta solamente a la manipulación teocrática de las instituciones públicas. El Estado laico reconoce la fe religiosa como un derecho de cada cual –sometido únicamente a las leyes civiles pero no como un deber de nadie y mucho menos de los poderes públicos en tanto legislan, educan o financian diversas actividades culturales. La manifestación pública de las religiones es perfectamente lícita pero debe efectuarse siempre a título privado, no como obligación colectiva o institucional. Por tanto, es evidente que en la escuela pública no deberían darse cursos de ninguna religión, lo mismo que tampoco deberían ofrecerse lecciones de ateísmo”, propuesta novedosa pero nada revolucionaria, que viene igualmente recogida en el programa del partido.
En el manifiesto resumen de fundación, UPyD se define como “partido laico que respeta profundamente las creencias religiosas”. Y añade una petición: “que las leyes sean independientes de las religiones, y éstas tratadas por igual si respetan los derechos humanos y la Constitución”. En palabras de Fernando Savater, “vivir en una sociedad laica implica que a nadie se le puede imponer una religión ni a nadie se le puede imponer ninguna. O sea, que la religión es un derecho de cada cual, pero nunca un deber de nadie y menos de la colectividad”. UPyD propone la modificación del artículo 16.3 de la Constitución Española donde se señala que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones” por un nuevo artículo que recoja lo siguiente: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. …”. De hecho, ya en el extenso manifiesto fundacional se afirmaba que “Un Estado democrático tiene que ser laico, es decir, neutral ante todas las creencias religiosas respetuosas con los Derechos Humanos y con nuestro sistema jurídico, y también ante la creencia de los que no creen en religión alguna. El laicismo no es una postura antirreligiosa ni irreligiosa (hay laicistas muy creyentes) sino opuesta solamente a la manipulación teocrática de las instituciones públicas. El Estado laico reconoce la fe religiosa como un derecho de cada cual –sometido únicamente a las leyes civiles pero no como un deber de nadie y mucho menos de los poderes públicos en tanto legislan, educan o financian diversas actividades culturales. La manifestación pública de las religiones es perfectamente lícita pero debe efectuarse siempre a título privado, no como obligación colectiva o institucional. Por tanto, es evidente que en la escuela pública no deberían darse cursos de ninguna religión, lo mismo que tampoco deberían ofrecerse lecciones de ateísmo”, propuesta novedosa pero nada revolucionaria, que viene igualmente recogida en el programa del partido.
3 comentarios:
De acuerdo contigo en lo que comentas hoy sobre laicismo, me parece necsario superar la semiconfesionalidad católica en que hemos vivido hasta hace nada y que no se sustituya por una seudomulconfesinalidad como pretende ahora Rodriguez con su Alianza de Civilizaciones; me parece bien que se ponga en su sitio a los obispos, pero simultaneamente hay que pararselos también a los imanes de las juntas islamicas que no extienden certificados de buena conducta.
Y tanto que debería desaparecer la "religión" de los colegios públicos. Yo de peque fui a los Hermanos Maristas, y bueno, entonces decían que los de colegio concertado íbamos mejor preparados al Instituto, de eso nada. Simplemente porque yo tenía dos horas a la semana en las que me enzañaban "religión" (más que religión aquello eran clases de "derecha-moral" en la que nos llegaron a decir que Franco fue como un segundo mesias para España, tela) y mis compañeros del cole público tenían dos horas en las que les enseñaban técnicas de estudio, búsqueda de información, preparación de trabajos, etc.. que eso sí que es productividad e inversión en capital humano.
Así que más laicismo, y menos religión en la educación.
Un saludo.
¿Qué tal, Adrian? Pues yo también estudié en los Hermanos Maristas de San Sebastián, donde disfruté como lo que era: un mocoso. Pero sí, tengo ciertos malos recuerdos, pues a las palizas habituales que recibían los menos aplicados, añado el recuerdo de algún comentario de algún hermano, por ejemplo: "Mi mayor disgusto, que fracasara el golpe de Tejero". (calculo que habrían pasado dos o tres años del mismo). Y otras cosas, claro. Abrazo.
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