MANIFIESTO POR LA LENGUA COMÚN.

Si se lee con atención (y también si simplemente se lee o incluso si se lee a regañadientes), el polémico (bendita polémica) Manifiesto es meridianamente claro y contradice lo que los más reaccionarios nacionalistas de cada lugar (todos los nacionalismos son reaccionarios o tienden a serlo, como bien sabemos) nos quieren vender: ni pretende atacar al euskera y mucho menos a los vascoparlantes y sus respetables derechos (tan respetables como los de cualquier individuo) ni pretende convertir al castellano en única lengua oficial. En absoluto. El Manifiesto, auspiciado por los más sesudos ideólogos del partido de Rosa Díez (los populares andan buscando ideología y los socialistas, ni están ni se les espera), defiende básicamente dos cosas, de sentido común: concretando para Euskadi, que todo el que lo desee pueda cursar sus estudios en castellano (y también, como es natural, en euskera) y que el vasco no sea motivo de discriminación en el ámbito laboral de cada cual ni obstáculo insalvable para opositar a los diferentes puestos de la Administración. Es obvio pero conviene recordarlo: si se aplicaran sus premisas, ningún euskaldún perdería ni uno solo de sus derechos. El Manifiesto no es ningún tratado filosófico pero surge de la más progresista de las ideas liberales: las lenguas son para los ciudadanos, no los ciudadanos para las lenguas.