Los que todavía creemos en la política (¡ese instrumento para cambiar el mundo, decimos los ilusos!) preferimos explicar que ofrecemos ideas antes que mercancías, por muy garantizadas que pensemos puedan estar éstas. Sea lo que sea, observo cierta preocupación en el modo y manera en que seremos capaces de hacer ver a los que guardan celosamente su voto que su destino final debería ser el partido que representamos. Sin embargo, no deberíamos estresarnos por ello, pues si quisiéramos únicamente votos, nos afiliaríamos al socialismo vasquista que defiende Patxi López, publicitaríamos nuestro aprendizaje en euskera y diríamos cosas que ... ni jartos de vino las diríamos. Otro modo sería invitar patéticamente a una banda de rock, estilo Basagoiti, repentinamente rockero y motero, y moveríamos el esqueleto en nuestros mítines, con más pena que gloria muy probablemente. Como lo que nos preocupan son las ideas, deberemos centrarnos en ellas, aunque ni que decir tiene que queremos cuantos más votos mejor, pues somos un partido político, no una banda de música. Sólo que queremos votos para defender nuestras ideas, y no al revés. Es decir, no hacemos lo que Rajoy, que elige aquellas ideas que más votos puedan darle: ahora se rompe Navarra y mañana no hay problema lingüístico en Cataluña.
Así que, lo que nos queda (y a los estudiantes de Ciencias Políticas como Javi SS y servidor es lo que más nos gusta) es la batalla de las ideas y su transmisión: bien poniendo negro sobre blanco, bien a viva voz donde nos quieran oir. Y de forma lo más clara posible, a través de la argumentación intelectual, razonada y repetitiva. Tantas veces como sea necesario. Sin subterfugios ni frases necesariamente hechas. Se trata de utilizar la palabra, ese utensilio insustituible, para explicar nuestras propuestas, sin sortear la deliberación y sin negar a nadie que pretendemos finalmente convencerle. Sí: convencerle. E incluso dejarnos convencer. Y a mucha honra. Eso sí, con argumentos y contenidos. Ra-zo-nan-do.
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Ejemplo práctico: queremos eliminar cuantos utensilios legales existan en España que produzcan privilegios, incluso cuando dichos privilegios los disfrutemos "nosotros". La razón es la siguiente: cuando existen privilegios, existen privilegiados y existen en el otro lado de la balanza personas que pagan esos privilegios. Si fuéramos nacionalistas, bien, pero no lo somos.
1 comentario:
"Eso sí, con argumentos y contenidos. Ra-zo-nan-do."
Exacto, eso debe ser la política, un debate continuo, un ir y venir de argumentos e ideas prácticas.
Saludos.
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