La cultura igualitaria rechaza la autoridad, comprometida a una asociación puramente voluntaria. Los igualitarios prefieren la reducción de las diferencias, entre las etnias, los niveles de ingresos, los hombres y las mujeres, los padres y los hijos, los profesores y los estudiantes, las autoridades y los ciudadanos.
Carlos Martínez Gorriarán, en su libro "Movimientos cívicos. De la calle al Parlamento" que acompaña la creación del partido, lo reivindica como uno de los tres principios nuestros, además del progresismo y el laicismo: "El igualitarismo no sólo se opone a los ataques contra la igualdad típicos del nacionalismo o el conservadurismo, sino que es la manera de afirmar que uno de los objetivos básicos de la política democrática es mejorar la igualdad entre las personas: igualdad de derechos y obligaciones, igualdad entre la ley y más oportunidades igualitarias - educativas, económicas y sociales - de que cualquiera pueda desarrollar sus aspiraciones legítimas sin que la desigualdad heredada sea un obstáculo imposible de vencer.
El manifiesto fundacional no realiza una referencia expresa al concepto, salvo guiños permanentes que vienen a decir lo mismo: "toda riqueza es social", "mismas oportunidades de acceso a los servicios públicos que atienden cuestiones básicas", "mismas oportunidades y mismo tratamiento", "equitativa financiación pública" y, para terminar, la frase final: "... a fin de posibilitar la real igualdad de los ciudadanos en el ejercicio de sus libertades democráticas".
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