(recordando al maestro m. enparan)
Durante demasiado tiempo, nos hemos mantenido en silencio ante una política lingüística que ha permitido que auténticos mediocres, cuyo único mérito frente a los demás es tener el euskera como lengua materna o haber aprendido a hablarla, hayan copado las más altas magistraturas de nuestras instituciones, cátedras, cargos públicos, institutos, escuelas y medios de comunicación. Hemos callado ante el despilfarro de recursos provenientes de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos que ha devenido en un suculento negocio para quienes están viviendo muy bien del euskera y dudosamente, a juzgar por los resultados, por el euskera. Hemos callado durante demasiado tiempo ante una política que ha expulsado a muchos hombres y mujeres de sus plazas de docentes, que ha discriminado a muchos a la hora de acceder a un puesto de trabajo y que, en definitiva, ha venido generando sufrimiento, ansiedad y frustración en muchos ciudadanos. La ideología nacionalista del actual Gobierno Vasco pretende convertir al euskera en la lengua que defina quién es vasco y quién no lo es, y que certifique, como objetivo final, la existencia de una nación vasca originaria, con rasgos culturales plenamente uniformes y provista de derechos políticos. Muchos nacionalistas, algunos sobrevenidos, cuando hablan de despolitizar el euskera, pretenden narcotizarnos para imponerlo, y cuando defienden el bilingüismo, lo que en realidad buscan es que el euskera sea la lengua predominante y común (y única) de su nación vasca, y el castellano una lengua ajena a la identidad de lo vasco. La lengua es signo de identidad lingüística, pero de ninguna más.
No ignoramos la pretensión nacionalista de utilizar el euskera como factor identitario que demuestre la supuesta existencia de una nación, olvidando que las lenguas son un fenómeno exclusivamente natural y cultural, instrumento para comunicarse y transmitir conocimientos. La lengua es ante todo y sobre todo un medio de comunicación, y cualesquiera otros fines que se le atribuyan la desnaturalizan y corrompen. Expresan los nacionalistas el núcleo mismo de su credo: toda nación es hija de una lengua; toda nación tiene derecho a constituirse en Estado; luego hemos de poseer una lengua para ser una nación que llegue a erigirse en Estado. Es un sarcasmo, visto lo visto, que se nos hable de integración, de tolerancia y de pluralismo. Del nacionalismo radical sólo se puede esperar que termine perjudicando los derechos y libertades individuales, pues son hombres-nación, y nosotros somos únicamente hombres.
Frente al proyecto del Gobierno Vasco y al conformismo de unos centros educativos sometidos a la coacción económica, planteamos algo que afecta al núcleo esencial de la libertad de todos los ciudadanos: somos las personas quienes tenemos el inalienable derecho a elegir la lengua en la que queremos comunicarnos y educar a nuestros descendientes. La lengua es un mero instrumento a nuestra disposición, y no un sujeto de derechos que puedan llegar a condicionar las más elementales, personales e íntimas decisiones de cada ciudadano.
El euskera es un idioma de muy difícil aprendizaje y de escaso valor funcional en el mundo actual de la ciencia, de la economía y de la comunicación. No podemos obviar este dato, cualquiera que sea la política lingüística que se quiera aplicar. Si el euskera tiene que mantenerse sobre el sufrimiento, la imposición, la ansiedad y la discriminación de una mayoría de ciudadanos, no merece la pena que sobreviva. Porque sólo puede y merece vivir aquello que nos sirve, y no aquello que nos limita, que nos coarta y que se nos impone. Defendemos la más progresista de las ideas liberales: las lenguas, también el castellano, son para los individuos, no los individuos para las lenguas. Se trata del combate entre un proyecto nacionalista y otro no nacionalista o, para ser del todo precisos, entre un espíritu y modo totalitario y otro democrático.
Nos parece correcto que las instituciones vascas protejan y garanticen su libre uso, pero sin imposiciones ni excesos y atendiendo a las características del euskera y a la realidad social del momento. De hecho, porque asumimos todo ello, exigimos que se garantice también nuestro derecho a elegir y a usar en todos los ámbitos el castellano como lo que es y con todo lo que ello supone: lengua materna, común y propia de los vascos.
El nacionalismo gobernante nos ha introducido en un mercado monolingüe euskaldún, donde el castellano queda relegado. Este proceso se ha hecho con intromisión administrativa inadmisible, con una sobreactuación de los poderes públicos, contradiciendo los principios que proclaman que las administraciones públicas tienen objetivos y límites claros, según criterios de complementariedad y de subsidiaridad.
Una cosa es la defensa del euskera, como lengua minoritaria, y otra conculcar derechos lingüísticos de los hablantes castellanos, so pretexto de implementar medidas de discriminación positiva para aquélla. Esa es la línea roja que nunca debe traspasarse, y de ahí nacen los problemas que desde UPyD denunciamos. Así, bajo el pretexto de apoyar al euskera, se establecen perfiles lingüísticos no acordes con las necesidades de la demanda de los hablantes en puestos de trabajo o actividades profesionales que no requieren de esas competencias lingüísticas para un buen ejercicio de la profesión. Entendemos que los perfiles lingüísticos exigidos para el acceso a esas plazas a funcionarios o profesionales están alejados de las necesidades de demanda lingüística real. El exigir en proporción desmesurada conocimientos lingüísticos de euskera a funcionarios, empleados y profesionales que no los van a necesitar en su puesto de trabajo es una práctica discriminatoria e injusta. Entendemos que es necesario demandar desde los puestos de la Administración trabajadores bilingües en la medida de la demanda de los usuarios, según la proporción de usuarios y en función de las tareas públicas acordes con la conducta habitual de los hablantes.
Reclamar la libertad lingüística en Euskadi exige pedir que las distintas oposiciones no se transformen en una carrera lingüística que absorba innecesariamente los esfuerzos intelectuales de nuestros estudiantes. Reclamar libertad lingüística es combatir normativas que sólo generan abusos, discriminaciones y ventajismos amparados en la lengua. La libertad que reclamamos incluye la libertad de elección lingüística no sólo en la escuela, sino en todos los ámbitos de la vida laboral y social, sin que nadie interfiera en el derecho de los hablantes a elegir y hacer uso de la lengua o lenguas que prefiera. Cualquier cambio político tiene que inscribir en su programa un cambio en la política lingüística que garantice la libertad y la igualdad lingüística a todos los ciudadanos en el acceso a la escuela y la vida laboral y social, sin imposiciones, con la derogación de las leyes y medidas que conculquen derechos lingüísticos de los ciudadanos.
Frente a este libertinaje lingüístico, desde UPyD articularemos un programa de verdadera libertad lingüística para Euskadi e impulsaremos un movimiento ciudadano que frene la deriva del actual libertinaje lingüístico.
2 comentarios:
Estupendo Gorka. Lo suscribo al 100%
Saludos/Jose Maria
Aplausos (plas, plas, plas).
Mucho ánimo.
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