Ya ven. Arnaldo Otegi acaba de finalizar un período de 15 meses en la cárcel y casi nos habíamos olvidado de que existía. Como en otras ocasiones en las que se aplicaron determinadas leyes, ni se acabó el mundo ni su aplicación dio paso a tumultos incontrolables o a funestas etapas de violencia furibunda. Más bien parece ocurrir al contrario: cuando decidimos aplicar la ley y hacer justicia, damos un paso firme hacia la libertad. Durante este largo período en el que Otegi ha languidecido en el trullo, apenas ha sido objeto de homenaje alguno, escasamente ha sido nombrado por sus supuestamente compañeros ideológicos y no recuerdo acto violento ejecutado como protesta por su encarcelamiento. Parece y da la sensación que lo abandonaron, quizás o seguramente por órdenes internas que aconsejan retrasarlo a la trastienda de los abandonados, una vez amortizado.
Es muy probable que Arnaldo Otegi haya palpado en primera persona cómo se las gastan en el barrio donde habita: las personas son utensilios al servicio de la causa, instrumentos de usar y tirar como latas que ni siquieran aspiran a un reciclaje honroso. Como otros, es probable que deba buscarse las alubias en un puesto de trabajo poco visible, con escasas responsabilidades políticas y ninguna capacidad de timonar la acosada nave que a duras penas flota. Es por esto, porque su destino quedó fijado en alguna villa francesa, que apenas ha sido visitado ni consultado ni mucho menos homenajeado desde que algún chiflado decidió romper la tregua.
Hace diez años se nos presentó, a sus cuarenta años, como el ideólogo joven y moderno que lideraría un proceso de abandono de las armas por parte del entramado de la cosa. Con una imagen no tan renqueante como la de sus antecesores, americana sobre camiseta lisa y deportivas, cocinó el pacto de Lizarra y una tregua que sirvió para elevar los ánimos de los recalcitrantes seguidores del proyecto comandado por ETA. Poseedor de una inusitada facilidad de palabra (cachis, en lengua común, para que le entendiéramos todos), tiempos nuevos, nos decían, finalmente carcomidos como la madera triturada por las termitas: los muertos seguían acumulándose en los márgenes de la democracia vasca. Nada. Luego, tejemanejes con Eguiguren y discurso renovadísimo para dar la bienvenida a una nueva tregua ... tan tramposa e inútil como todas las anteriores.
Pasado el tiempo, observo en su mirada un cierto hedor a fracaso y el mismo cinismo del que hicieron gala sus predecesores. Diálogo y negociación, nos susurra ahora sin creerse nada, como si los parlamentos fuesen cosa distinta y no existiera algo tan contrario a ello como la violencia terrorista. Sin llegar a desearle todo el bien del mundo, como el socialista Ramón Jáuregi, tampoco le deseo tinieblas. Me basta con sentir desprecio y cierta pena. Llegó como el líder distinto que necesitaba su mundo, pero parece que se va siendo igualito al resto que participó en el engendro. Qué triste.
3 comentarios:
Me da a mi que ni 15 meses ni 15 años servirán para hacer cambiar a ciertos individuos.
Recuerdo, vagamente, que hace años cuando era más jovencico alguna vez oía la grata noticia cuando otros individuos encarcelados por delitos relacionados con el terrorismo, lo primero que procuraban hacer ante las cámaras era hacer un llamamiento a la paz, sin diálogos y sin negociaciones, una llamada a la reflexión para que sus "ex" abandonasen esta estúpida luchar armada.
Sí, sigue siendo triste todo esto, porque eso era hace muchos años, hoy parece que les guste eso de remover la mierda para que huela un poquito más.
Hola Gorka, ?Que tal las vacaciones? Me figuro que bien y con fuerzas para lo que nos espera este otoño.
Como siempre tu analisis acertadisimo, Lo peor de todo es que el de la otro lado "Eguiguren" todavia continua "pensando" y esto si que es peligroso para los pasos futuros del PSOE.
Saludos/Jose Maria
Recordemos que nunca ha sido independiente de ETA y que en momentos que ha podido condenar la violencia no lo ha hecho.
Recordemos también que tiene causas pendientes con la justicia, así que, esperemos que se haga justicia de verdad.
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