jueves, 8 de septiembre de 2011

Sobre la reforma constitucional exprés.

La reforma constitucional en marcha para fijar un límite al déficit público nos demuestra algunos extremos: por un lado, la Carta Magna no es un texto sagrado que no pueda ser modificado, tal como nos dijeron desde la derecha y la izquierda conservadoras durante años; por otro lado, cuando quieren, el PSOE y el PP son capaces de llegar a acuerdos, aunque sea para impulsarlos por la puerta de atrás, con nocturnidad y alevosía y negando a los grupos parlamentarios la participación política y a los ciudadanos el debate público, como en este caso. Se demuestra, por tanto, que todo es cuestión de voluntad política y el inmovilismo conservador no tiene más explicación que la falta de buenas ideas. Además, hay algo evidente que queda perfectamente reflejado tras esta reforma: están declarando públicamente que no se fían de ellos mismos, porque necesitan elevar a rango constitucional un principio que podría ser perfectamente garantizado por el gobierno de turno: en esto son como los ciudadanos, no se fían ni de unos ni de otros. Hay más cosas. A mi entender, al elevar este principio a rango constitucional se limita el debate político y el margen de maniobra de los gobiernos: estos tienen derecho incluso a equivocarse, serán luego los ciudadanos los que juzguen en las urnas. Habría que aclarar otra cuestión: la reforma pretende fijar un límite al déficit público, no al gasto, como algunos parecen repetir todos los días. El asunto tratado es, por tanto, una cuestión de gastos e ingresos, de estabilidad presupuestaria, de equilibrio en las cuentas, de buen gobierno, de responsabilidad política. Sin embargo, tal reforma es innecesaria e incluso supérflua para ello, no sólo porque el déficit (no sé si el 0,4 o el 1,2) es indispensable en algunos momentos económicos (sirve para enfrentarnos a retos ineludibles, como infraestructuras necesarias o inversiones educativas), sino también porque con los habituales procedimientos presupuestarios y más transparencia podía garantizarse lo que dicen que está garantizado ahora. En conclusión, se trata de una reforma innecesaria, mal gestionada y explicada, perpetrada con muy malas formas y que nos da en algo la razón: si no se modifica la Constitución para modernizar España es porque los dos grandes partidos carecen de voluntad política... y de buenas ideas.

2 comentarios:

pacasmazo dijo...

Si se necesitase hacer inversiones para infraestructuras o para educacion que se ajuste el presupuesto hay procedimientos, vale por ejemplo adecuar los gastos de gestion,incrementar los ingresos, pero nunca gastar lo que no se tiene.
Hay algo de contradictorio en su argumentación.

gorka maneiro labayen dijo...

No veo que haya nada contradictorio: fallan las formas y no es necesario. Respecto al déficit, en determinados momentos es razonable recurrir a él, siempre que el pais pueda pagar las deudas. Lo importante, en todo caso, es el crecimiento económico... y a día de hoy no estamos en ello.