Sobra decirlo, pero me he sentido habitualmente cercano a todo aquel que se ha sentido amenazado por ETA. Por ello, fue una de nuestras primeras iniciativas parlamentarias pedir al Parlamento Vasco que organizara un acto de justo homenaje a quienes se han encontrado y se encuentran en la primera línea de la defensa de la democracia: los ediles constitucionalistas. Y se celebró tal acto, tras una lluvia de críticas e insultos de los nacionalistas y, si mal no recuerdo, en ausencia de agradecimiento por parte de socialistas y populares. Tan sólo una joven socialista, representante de Zaitu (concejales vascos amenazados), se me acercó un día en Andoain para decirme: sigo tu trabajo, gracias, nos cuidas más que nuestro propio partido. Por tanto, queda claro: quien se encuentra perseguido, amenazado, vive escoltado o es víctima directa del terrorismo, tiene toda mi solidaridad humana... y política.
Dicho esto, no quiere ello decir que no pueda ejercer el intelecto para criticar determinadas posiciones de unos y de otros. Es decir, no estoy de acuerdo con todas las opiniones políticas de todas las víctimas del terrorismo y tampoco estoy de acuerdo con todas las propuestas que realicen todas las personas amenazadas por el terrorismo nacionalista. Pondré dos ejemplos, para evitar suspicacias: ni comparto el discurso incendiario del señor Alcaraz ni comparto las tesis del señor Eguiguren sobre el final de ETA. Lo digo porque percibo que hay cada día más gente que utiliza este tipo de cuestiones para justificar y confraternizar con cualquiera. Incondicionalmente. Como si las víctimas o los amenazados fuéramos una secta. Acabo de leer la entrevista que le han realizado a Borja Sémper en El País. Y estoy leyendo a quienes en facebook defienden a Jesús Eguiguren porque lleva escolta. Y he leido hoy mismo el bodrio de Aizpeolea en El País, servil y servicial al gobierno, recordándonos que el presidente del partido socialista en Euskadi lleva escolta como argumento de peso para que no sea cuestionado.
Si hay algo que a mi no me gustaría sería que me dieran la razón porque lleve escolta. O que se evitara criticarme por el mismo motivo. O que no se analizaran racionalmente mis propuestas, mis argumentos, mis exposiciones o mis razones. Que tuviera bula para proponer cualquier estropicio. Como si estas cosas nos convirtieran automáticamente en gente extraordinaria con un cociente intelectual superior al resto y unas ideas maravillosas. Porque es evidente que ni todas las víctimas del terrorismo tienen toda la razón ni todos los amenazados dicen cosas sensatas. De hecho, todos no piensan ni mucho menos lo mismo. Eso sí: merecen todo nuestro respeto. Pero una cosa no quita la otra. Y no deben mezclarse.
2 comentarios:
¡Qué razón tienes, Gorka!
Estoy de acuerdo con cada línea de esta publicación.
Un saludo.
No creas que por que condene el terrorismo ya tengo patente de corso para hablar y hacer cualquier cosa, porque éso no es asi. Hace falta algo más para luchar contra el terrorismo.
Publicar un comentario