Ayer terminó de despedirse mi compañero de escaño, Jesús Mari Larrazabal, zumaitarra de nacimiento y de corazón, único parlamentario de Eusko Alkartasuna y componente del grupo mixto al que pertenezco. A sus 62 años y por problemas de salud, se despidió del modo en que ha venido comportándose desde que fue elegido electo: de forma distinta a la del resto. Sin duda, un político heterodoxo, diferente, libre, culto, inteligente y muy divertido, que me contó anécdotas, respondió a dudas y me hizo reir muchísimo. Un parlamentario sorprendente que se negó a justificar todo lo que su partido hizo antes, demostrando cintura política, flexibilidad, espíritu crítico y sentido del humor. Tampoco vamos a engañarnos: no le faltaron muestras de terquedad, cierto extremismo político y muchísima mala leche. Pero se le perdona. En su último día, llegó a un pacto con la presidenta para, al defender su última iniciativa, anunciar por sorpresa que la retiraba y pasar directamente a despedirse. Citó citas de clásicos y explicó sus principios básicos en su quehacer político: libertad, justicia y prudencia. Reconoció que en numerosas ocasiones él no pudo cumplir dichos principios. No obstante, son buenos consejos. Salió aplaudido de manera unánime por el conjunto de la Cámara, por algo será. Un abrazo, Jesus Mari, que tengas toda la suerte del mundo.
5 comentarios:
En la política hay rivales, no enemigos, que es una diferencia profunda pero que algunos aún no saben diferenciar por estos lares. Tener un gran rival es razón para elevar nuestro nivel, aglutinar fuerzas y esfuerzos para llegar a ser dignos competidores, vamos, es razón de automejora. Tener un gran enemigo acaba siendo razón de rebajarnos a lo más rastrero y evitar la competición aniquilando al contrario.
A partir de ahí lo de ETA ya pueden decir lo que quieran porque no es en absoluto algo político, porque no saben distinguir lo más básico.Que no es lo mismo rival que enemigo, como tampoco discutir es pelear y competir es a ver quién hace más daño.
Será algo personal, pero creo que nada más estimulante hay para las personas con un mínimo de razón que discutir con alguien completamente distinto, algunos deberían aprenderlo ya que por ellos mismos no lo entienden.
Sin comentarios sobre el acercamiento de EA y compañía, gran ejemplo de la diferencia entre rivalidad y enemistad es el señor Larrazabal y Gorka, como podría serlo otro.
Un saludo.
Que usted homenajee de esa manera a un racista de tomo y lomo, que ha defendido en sus clases de universidad la exclusión de los que no somos nacionalistas y que ahora comparte aventuras con la marca política de ETA dice poco, poquísimo, de usted y del partido de Rosa Díez. Mi voto, siento decirlo, no volverá a ser para usted.
Al revés, dice mucho de mí. Sé distinguir las relaciones personales de las opiniones políticas. Yo he mantenido debates intensísimos con el señor Larrazabal durante toda esta legislatura. Y he criticado abiertamente muchos de sus planteamientos. Eso no quiere decir que no lo valore como persona que utiliza la palabra y defiende sus posiciones. De hecho, el pleno lo aplaudió cuando se despidió. Y uno por uno, todos los parlamentarios, pasaron a darle la mano.
Bueno, veo que el ego lo tiene un poco alto ("dice mucho de mí"), lo cual no hace sino ratificarme en mi decisión de volver al voto en blanco: para otro ególatra, mejor me quedo como estoy, virgencita. En cuanto a Larrazábal, quizá si usted hubiera sido alumno suyo no aplaudiría rabiosamente ni le dedicaría tantos parabienes. Y lo mismo digo del resto de paletos, paletas y paletillas de escaño. Un xenófobo de tomo y lomo que aburría a las paredes dando clase y hastiaba a la gente cuando dejaba de lado su labor pedagógica para dedicarse a sus soflamas políticas, sobre todo en los años de plomo. Pero nada, siga usted aplaudiendo como loco. Total, como lo hacen los demás también.
Eso ya como usted vea. Nosotros seguiremos criticando abiertamente los desvaríos nacionalistas, como hasta ahora hemos hecho, especialmente en el Parlamento Vasco. Obviamente, cosa distinta es despreciar personalmente a la mitad de la población vasca. Esto último yo no lo haré. Sería como pretender romper miles y miles de familias donde conviven nacionalistas y no nacionalistas. Suerte.
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